Una de las grandes problemáticas que a veces nos puede surgir como escritores es el temor de que no estamos progresando en nuestra escritura. ¿Por qué pareciera resultarnos tan difìcil? ¿Cómo podemos mejorar? ¿Qué nos falta aprender?
No pienso al acto de escribir como una acción fría y matemática, que se puede explicar y razonar de forma científica. Si bien existen fórmulas y métodos de escritura, así como técnicas para mejorar, también existe cierto grado de misterio que envuelve a la profesión. Algo que se puede desarrollar, pero no necesariamente aprender. Como dijo el gran escritor argentino Jorge Luis Borges, “No creo que un autor deba meterse con su propia obra. Debe dejar que la obra se escriba”.
Aún así, no hay que dejarse engañar por un ideal de que a la escritura lo envuelve un halo de misterio y magia, algo así como un don innato, o un vínculo divino con una fuerza inexplicable que nos profiere el maravilloso arte de la palabra, el relato y el misterio. Dispersemos un poco la niebla que pareciera envolver a esta profesión y diseñemos un sistema válido que nos ayude a mejorar y avanzar en nuestra escritura de manera efectiva.
El arte de escribir
Hay muchos cursos para aprender a escribir, particulares, en grupo (estos se los recomiendo, suelen ser experiencias muy enriquecedoras), online o de asistencia física… también conferencias, videos, tutoriales, textos y hasta, seguramente, aplicaciones (no lo he comprobado, pero no me resultaría algo extraño). Aunque, hay que ser honestos, una gran mayorías de ellos son solo una perdida de tiempo, y de nuestro dinero.
Personalmente, no doy talleres o charlas, más bien suelo asistir dispuesto a aprender y mejorar mi estilo de escritura. Y con los años, prácticas y experiencia, creo que la frase «a escribir se aprende escribiendo» es un hecho acertado y casi una verdad absoluta. Lo mismo con cualquier otra disciplina creativa. Para ser buenos dibujantes o aprender a tocar un instrumento musical, lo que hay que hacer es sentarse y practicar.
Aún así, ¡ojo! Que solo por escribir todos los días no te vas a convertir en un Borges, en un Goethe, o en Mary Shelley, o cualquiera que sea tu autor o autora favorite. La práctica repetitiva porque si, no te va a convertir en un Nobel. Sí, posiblemente en alguien alienado a su escritura. Para mejorar hay que salir a diario de la mentalidad fija y empujarse a progresar e innovar.
Para progresar en nuestra escritura lo importante es el tipo de práctica que realizamos.
No voy a adentrarme en una discusión sobre el talento. No creo en la existencia de tal característica. He visto a muchos compañeros sin «talento» realizar grandes progresos en su escritura al ponerse objetivos que no solo los obliguen a escribir mucho, sino que los saquen de su zonas de confort y los hagan explotar su imaginación y creatividad. Hay que dejar de justificarse en la falta de talento o inteligencia.
Ahora bien, ¿Qué tipo de práctica nos va a beneficiar a la hora de mejorar?
Primero que nada, voy a distinguir tres tipos de prácticas que podemos realizar. Dos de ellas, las mencione previamente, son la práctica repetitiva y la deliberada, a lo que sumó una tercera, que es practicar con un propósito. Entonces:
Práctica repetitiva
Es aquella con las que nos limitamos a ejercitar nuestra habilidad una y otra vez, sin un sistema o intención concreta. Un ejemplo sería sentarnos a escribir un texto cualquiera, porque sí, sin saber dónde nos queremos encaminar y sin un trabajo previo de preparación, ni una reescritura posterior.
Si bien, es un buen hábito para empezar a escribir, ya que ayuda a eliminar bloqueos e implementa el hábito de la escritura quitándonos el miedo, no va a ayudarnos a mejorar. Incluso, puede tener la particularidad de, como escribi antes, alienarnos a nuestra forma de escribir.
En lo personal uso este tipo de práctica para escribir reseñas de libros, o artículos para sitios web y blog. Son tipos de escrituras que me ofrecen fluidez en la redacción y cierta confianza, pero no me son significativas para perfeccionar mi escritura.
Práctica deliberada
Es para una práctica sistemática, intencionada, que se caracteriza por estar orientada a un progreso constante. Se caracteriza por tener metas cuantificables y procesos, con mediciones objetivas de calidad, entre otras cosas. Es un tipo de práctica más aplicable a otras disciplinas como la música, donde es más fácil contar con ejercicios y métricas de perfeccionamiento más objetivos, En escritura no se puede realizar este tipo de práctica objetiva a menos que se busque escribir algo completamente formulaico, sin dejar lugar a la imaginación, lo que resultaría en un texto estéril. Lo más recomendable es aplicar una práctica con propósito.
Práctica con propósito
Cuenta con todos los componentes de una práctica deliberada, pero, dado que nos dedicamos a la escritura, se podría decir que no cuenta con representaciones mentales claras, ni formas objetivas de medición de calidad, así como tampoco, competencia directa. Ya vamos a ahondar mejor en estos aspectos. De momento tenemos que entender que en la escritura esta práctica es la que mejor funciona, ya que no existen modelos «oficiales de calidad», ni maneras universales de valorar los resultados de la práctica, menos aún, métodos de entrenamiento con un reconocimiento general.
Espero que hasta este punto, haya podido ser clara, ya que ahora nos vamos a meter en serio en el objetivo de esta publicación: Qué podemos hacer para mejorar nuestra escritura.
Respondamos la pregunta cómo funciona la práctica deliberada
Existen varios estudios de divulgación y ensayos sobre un análisis de cómo funciona la práctica en el perfeccionamiento de una disciplina. Como para tener una idea, está el análisis del libro Número uno: Secretos para ser el mejor en lo que nos propongamos, de Anders Ericsson, que si bien parece un libro de autoayuda, puedo asegurarles que no es así. Así como otros análisis que apoyan el trabajo de Ericsson como Grit, de Angela Duckworth, Maestría de Robert Greene o El poder de los hábitos, de Charles Duhigg.
En cualquier caso, podríamos resumir la práctica intencionada en los siguientes factores:
- Enfoque: es necesaria la concentración absoluta, evitando cualquier interrupción como el celular.
- Objetivos: es necesario establecer objetivos, tanto a corto plazo como a largo. Al final de cada práctica tenemos que saber qué pretendemos conseguir.
- Planificación: para alcanzar dichos objetivos, debemos tener diseñado un plan de trabajo y estudio. Conocer qué métodos de aprendizaje podemos usar y cómo vamos a implementarlo día a día. también les recomiendo encontrar prácticas de trabajo que nos ayuden a solucionar errores.
- Romper con la zona de confort: lo más importante que se debe hacer, salir de la zona de confort. El progreso más rápido lo vamos a lograr haciendo aquello que nos resulte difícil y no estemos acostumbrado a hacer con frecuencia.
- Priorizar la habilidad práctica sobre el conocimiento: la práctica en ejercicios es mucho más eficaz que el estudio teórico y memorización. Si bien el segundo nos ofrece herramientas y recursos para el trabajo, solo ejercitando vamos a conseguir la verdadera mejora de nuestras habilidades.
- Representaciones mentales: es algo importante poder tener una visualización mental completa de lo que queremos conseguir.
- Retroalimentación: no seamos los únicos en juzgar nuestro trabajo, contar con un tercero que pueda ayudarnos a identificar nuestros fallos y flaquezas, y cuales son los puntos que podemos atacar con mayor énfasis.
- Hábito: la práctica consciente tiene que ser constante, un hábito frecuente, sino diario para conseguir los objetivos propuestos.
Así ahora lo sabes. Si buscamos un método de mejorar nuestra escritura, o cualquier otra disciplina en la que trabajamos, tenemos que:
- Dividir el proceso completo en partes
- Identificar nuestros puntos débiles
- Probar nuevas estrategias para cada parte del proceso
- Integrar el aprendizaje durante el proceso completo
Ahora si, vamos a lo que realmente importa, cómo debemos practicar para mejorar nuestra escritura.
Es claro que el modelo propuesto previamente de práctica deliberada no es tan aplicable a la escritura. No por lo menos en todos sus aspectos. Es necesario adaptar un sistema que sea eficaz para nuestro desarrollo. En lo personal propongo tres tipos de prácticas para realizar:
Una práctica con propósito, como lo descrito previamente. Ponernos objetivos, realizar un trabajo frecuente, buscando ser sistemáticos y organizados con nuestra creación, sin por ello restringirse en un metodismo contraproducente. Contando con el aporte de otros, docentes, amigos, o aquellos con quienes confiemos para que nos den una devolución de lo escrito. Y así.
Ahora bien, para no caer en un metodismo estructurado, una segunda práctica que recomiendo es de tinte creativa, buscando un flujo de producción más libre, donde escribimos solo por el placer de hacerlo, dejando fluir la redacción.
Y por último, una práctica funcional donde llevamos adelante «tareas de bajo esfuerzo«, pero que son necesarias (responder mail, gestionar redes sociales, etc). Siempre poniendo algo más que solo una escritura automática. Sin embargo, hay que buscar reducir en lo más posible esta actividad. Es muy fácil perderse en mil tareas menores y no ocuparse de lo realmente importante.
En este sentido, algo que he aprendido para organizar mi actividad es siempre encarar las tareas más importantes y grandes e ir avanzando con ellas hasta las menos relevantes, aprovechando el tiempo que me quede disponible de trabajo, u organizando un momento específico para estas actividades, que me permita no dispersarme demasiado.
Cualquiera sea el método que utilicemos, no olvidemos que en el fondo la escritura es sobre todo una forma de arte. Encontremos cual método funciona para cada quien y disfrutemos de los mundos de imaginación que podemos crear.